Lo que de verdad importa

Tiene 90 años y vive sola en su casa.
Los cumplió el diciembre del año pasado y ella dice que 91 porque siempre cuenta el año hacía el que va y no desde el que viene. Desde hace unos diez años, cada navidad y cada cumpleaños le pedimos, por favor, que deje de brindar al son de “por si el año que viene no estoy”. Es una frase que suelta a modo de gracia, pero la perspectiva de la realidad que esconde nos amarga un poquito el día. No es que pensemos que va a ser eterna- porque por lo pronto no tenemos datos de que nadie lo haya conseguido- es que no queremos pensar, sencillamente.
Ella, la que como tantos otros de su generación puede verse reflejada en la frase “no tuvo una vida fácil”. La que se quedó huérfana de madre demasiado pronto, viuda demasiado pronto. La niña que no pudo estudiar y se puso a servir, la que tuvo que emigrar para buscar una vida mejor, la excelente costurera que tuvo que trabajar limpiando en una fábrica cuando se convirtió en la madre que sacó a tres hijos pequeños para adelante sola. La que, orgullosa, me recuerda: “niña, la primera tele que hubo en la calle se la compré yo a mis niños”.
Esa, mi abuela Rosario.
Pertenece a un colectivo de personas, hombres y mujeres, que han vivido cosas que muchos y muchas no querríamos tener que contar. Valientes, trabajadores, fuertes. Nuestros abuelos y nuestras abuelas, nuestros padres y madres, nuestros mayores, tenemos tanto que agradecerles como tanto tenemos que aprender, aún.
Pero ahora, alguien casi sin rostro desde la Generalitat de Catalunya nos dice, en documentos oficiales y normas a seguir, que lo único que podemos hacer si enferman es acompañarlos a la muerte. Nos dicen, en protocolos escritos en documentos de papel – de ese papel que si te corta sangras en abundancia- que si tienes que elegir entre un joven y un mayor, escojas al joven porque tiene más probabilidad de sobrevivir. Ahora parece que nos sobran, en residencias que no cuentan, que no reciben ayudas, que se dejan sin limpiar y desinfectar por no llamar a la UME (Unidad de Emergencias del Ejercito). Nos lo dicen mientras adelantan a la sanidad privada más de 43.000 euros por cada paciente de Covid19 que ingrese en una UCI, a pesar de que la patronal catalana estima el coste del tratamiento en unos 1.000 euros diarios. (https://cadenaser.com/emisora/2020/04/19/sercat/1587320698_726040.html).

No hay recursos para invertir en respiradores para nuestros mayores, pero la Generalitat encuentra fácilmente presupuesto para rendir cuentas con lo privado que debería ser público, esa tendencia a eliminar el Estado del Bienestar, que tanto les gusta y hacia dónde se inclinan con facilidad cada vez que encuentran una excusa. Pero no pasa nada, porque después ya recuperarán, nos dicen, y no falta la declaración del Presidente Torra – más cercana al marketing y a la publicidad que a la política y al servicio a lo público- aseverando que “esta cris tendrá que pagarla el estado”. Pues no sé President, a mi me parece que esta cris la vamos a pagar todos y todas, en concreto por culpa de esta mezcla apabullante entre decisiones inhumanas y carentes de lógica alguna en la que se envuelven sus medidas. Allá donde tienen competencias juegan a desviar la atención y allá donde no las tienen nos inundan a bulos y juegos de palabras para superponer la crítica política al trabajo por la ciudadania. Juegan a ganar algo de todo esto y, escuchen: nadie tiene por qué aguantar que jueguen con sus vidas.
Ahora lo que de verdad importa- lo único que importa- es trabajar para que ninguna persona se quede atrás, para que a nadie le falte asistencia, cuidados, atención, ayudas. Nadie en esa especie vacío hueco de sonido para quien grita y quien escucha. Nadie, ni por edad, ni por capacidad económica.

Mientras tanto, mi abuela me asegura por teléfono que se encuentra bien, que camina por el pasillo media hora para mantenerse activa, que ha cosido mascarillas para toda la familia y que no me preocupe, que ella tiene en mente que esto ya va a ir a mejor. Y me lo remata con un “¿Verdad, niña?” Y yo le digo que sí, que por supuesto.

**Publicado en
CLub Cortum

***Imagen: Cuadro de Galofre Oller «Cuentos de la abuela»