nos va la vida en ello

El titular del periódico anuncia “los líderes mundiales prometen que Glasgow será el principio del fin del cambio climático”. Líderes, como no, ya que el 90% de las personas que actualmente presiden o dirigen un país son hombres. Y en Glasgow, esa ciudad especialmente industrial donde nacieron las primeras máquinas a vapor. Vamos a hacerle responsable a ella y a ellos del punto de inflexión que nos devuelva la esperanza en que el mundo que dejaremos a nuestros hijos e hijas será un mundo no destinado a la extinción.

“O paramos el cambio climático o el cambio climático nos parará a nosotros” ha dicho Antonio Guterres, secretario general de Naciones Unidas. “Todo lo que sea más tarde que ahora será demasiado tarde», ha añadido la escritora Yrsa Daley Ward.

La cumbre del clima de Glasgow (COP26) ha reunido a activistas de todo el mundo, expertos y expertas en la materia, que han procurado crear una imagen realista del problema al que nos enfrentamos. La evidente subida global de las temperaturas, el aumento del nivel del mar debido al calentamiento de los océanos y el descenso de la superficie helada, olas de calor en cuotas nunca vistas, precipitaciones extremas e inundaciones brutales (como las de julio en Alemania) se suman a sequías, huracanes y demás fenómenos que cada vez son más frecuentes y suceden en lugares donde jamás se habían dado.

El clima altera el curso normal de la vida de las personas. Las crisis meteorológicas destruyen poblaciones, las sequías o las temperaturas extremas afectan a la agricultura, cosa que a su vez influye en la escasez de comida y, por tanto, acaba derivando en el hambre y la desnutrición en las zonas con menos recursos. No hablamos de perder unos metros de playa o respirar algo peor, sino de un efecto mariposa en el que la falta de cuidado con respecto al clima de los países con más recursos acaba destruyendo el mundo, empezando, como no, por los países con menos.

En un momento en el que ya nadie pone en duda las graves consecuencias del cambio climático (no podemos dejar de recordar al primo de Rajoy o a las teorías de conspiración de Trump -dos grandes eruditos de nuestra historia moderna-), son necesarios, urgentes e imprescindibles los compromisos de acción contra el cambio climático.

Limitar el calentamiento global, aumentando los compromisos, es la única opción que tenemos para limitar las consecuencias devastadoras del cambio climático. Reducir las emisiones de C02, reforestar los bosques, reducir las emisiones de gases invernadero y aumentar la sostenibilidad a través del fomento de determinados cambios de conducta y la reducción del mal uso y el gasto de los recursos naturales.

Compromisos que no solo han de depender de esos líderes de los que nos habla la noticia del diario… El 12 de noviembre sabremos los acuerdos alcanzados en la cumbre de Glasgow, sí, pero la batalla, si usamos el símil con las partes de una montaña, no solo está en su extremo más elevado, sino en el pie, en la misma base.

Aunque China sigue permaneciendo ausente en este tipo de encuentros, pese a ser uno de los países que más desgaste está causando, el Presidente de EUA, Joe Biden, ha pedido perdón por el tiempo muerto que supuso el gobierno de Trump y ha anunciado que aumentará, de ahora hasta 2024, los fondos de solidaridad climática hasta los 3.000 millones. Pedro Sánchez ha anunciado el compromiso de España de aumentar su aportación a estos fondos en un 50%, llegando a los 1.350 millones de euros anuales a partir de 2025.

Nosotros, los de la base, también tenemos que poner de nuestra parte. Las nuevas generaciones vienen con una conciencia mucho más formada en este tema y los y las adultas tenemos que dar ejemplo para lograr que si bien nuestra época ha sido la del declive del clima, la de ellos y ellas sea la del resurgir. Reciclando como corresponde, dejando de malbaratar agua y luz (y no solo por el atraco a mano armada de las eléctricas) y evitando las quejas cuando nos “imponen” medidas como el no poder entrar vehículos con emisiones de C02 elevadas en ciudades donde los datos nos cuentan que la contaminación es la causante de acortar la vida de las personas.

Dejar de quejarnos y poner de nuestra parte, como ciudadanos y ciudadanos responsables que somos y no simples usuarios con derecho a queja pero sin posibilidad de acción o decisión, porque estamos hablando de nuestra estancia en este mundo y la herencia que dejaremos a los y las que vendrán detrás y no de una suscripción a un servicio determinado.

Dejemos de poner en segundo plano que somos parte interesada en que este mundo funcione correctamente, al fin y al cabo, nos va la vida en ello.