Todos los políticos son iguales. Lo hemos escuchado cada vez que alguien asume que el cargo irá asociado a prevaricar, robar, manipular, mentir y malversar. No podemos decir que no tengan parte de razón, lamentablemente el cargo, el poder, ha dado pie a muchos a utilizar sus oportunidades para beneficio propio y suelen ser esos, y no otros, los ejemplos que saltan a los medios y se repiten entre la ciudadanía corroborando sus sospechas y miedos. Unos argumentos que sirven para repetir el demagógico mantra de que la política debería ser altruista, una demagogia que solo abocaría a permitir que se dedique a la política aquel con suficientes recursos como para podérselo permitir, un perfil normalmente de derechas
No nos ayudan las últimas noticias desde el Parlamento Europeo dónde, una vez más, volvemos a comprobar lo fácil que le resulta al ser humano flirtear con la tentación. Pero tampoco deberíamos obviar el esfuerzo del resto de diputados, diputadas, cargos, trabajadores del mismo organismo que durante estos días han salido a criticar los hechos y defender el buen nombre de la institución.
Que unos pocos no enturbien el trabajo de tantos y tantas. Son muchísimas, miles las personas que dedican un esfuerzo al bien común a través de la gestión política de la administración pública. Personas que cobran sueldos inferiores a los que cobrarían en la empresa privada, incluso quienes en la oposición de sus gobiernos participan en las horas libres que les permiten sus trabajos. Gente cuya dedicación no se suele medir en jornadas de 37 o 40 horas y que lejos de sacar rédito acaba incluso invirtiendo su propio dinero, participando en entidades, actividades y mil acciones más que suelen ir a cargo de su propio bolsillo.
Son unos pocos los que enturbian, pero el ruido que generan crea un tapón tan descomunal que nos cuesta ver el sentido real de la palabra política, acuñada por Aristóteles y que engloba toda actividad, arte, doctrina, opinión, cortesía o diplomacia dedicadas a la búsqueda, ejercicio, modificación, mantenimiento, preservación del poder público. También a su desaparición.
Porque, ¿qué ocurre cuando una buena idea se usa mal? Que envilece la idea en sí misma. Así nos encontramos con una mayor desafección de la ciudadanía hacía la política, a quién entiende como ese lugar lleno de más oscuros que claros donde señores y señoras discuten, se gritan, se insultan y pelean, cuando no roban, mienten o actúan por sus propios intereses. Y lo vemos, día sí día también, en el congreso de los diputados con los bulos de la extrema derecha, las trampas flagrantes de la derecha y los desacuerdos y desatinos de la izquierda.
Lo vemos cuando el consenso es un lugar inaccesible, cuando hemos permitido que se pueda acusar de golpista a un gobierno legítimo, y no pase nada. Cuando se pueden tener paradas reformas, avances, necesidades y no pasa nada. Lo vemos y eso nos impide ver los múltiples ejemplos que nunca logran una portada en los diarios, pero que todos sabemos que existen.
Aquellos que tengamos en cierta o mayor medida la posibilidad de ser altavoz, hagamos un esfuerzo por luchar contra el desprestigio de la política, por sumar los ejemplos de buenas prácticas en pos de la afección hacía un trabajo que nos incumbe a todos, que nos beneficia a todas. Aquellos que tengáis responsabilidad procurad ser extremadamente transparentes, claros y promocionar vuestra buena gestión. Y aquellos que podáis, posicionaos contra la estafa, la manipulación, la demagogia, el juego sucio, el interés privado y a favor de la política.